domingo, 10 de marzo de 2013

Cuando el amor es por la rumba.





Por: Nayrobi Terri Segrera


Sé de un grupo de jóvenes a quienes el amor les brota por cada poro de la piel.
Algunos son estudiantes universitarios, otros vienen del contacto directo con la vida misma. De esa que se torna en ocasiones difícil hasta atrapar el llanto pero sin perder las esperanzas de encontrar un rumbo nuevo para continuar.
Conozco a un grupo de jóvenes, no llegan a los 30 años, con procedencias tan diversas como el arcoiris que sale cuando llueve, que tiene siete colores pero todos bien unidos para encantar a quien los ve.
Ellos son similares y los une la pasión por la rumba. Ese baile genuinamente cubano, con profundas raíces afrocubanas, que se fomentó en la etapa del colonialismo y se extendió como la producción azucarera por bateyes y barrios marginales donde habitaban negros y mestizos. Justamente allí, donde los blancos lo consideraban un sacrilegio por las características propias del baile donde el hombre seduce y la mujer se deja conquistar sin ceder su espacio. 
Recuerdo que un día, al pasar cerca de la esquina de calle A y Fernando Callejas en Ciego de Ávila escuché una música que me atrajo al instante.
¡Ay! ¡Esa cualidad que tenemos los cubanos que al sonar del tambor corremos de inmediato! Entonces me acerqué y los vi. Bailaban cual si fuera una gran presentación.
Sonreían mientras movían los pies haciendo piruetas con movimiento pélvicos muy exóticos.
Mi olfato periodístico, aún de principiante, me dijo que allí tendría una buena noticia.
“Nace un nuevo proyecto músico – danzario en Ciego de Ávila” me imaginaba escribiendo el titular, más ¿Cómo se llaman? ¿Por qué la Rumba? Fueron de las preguntas que se me quedaron colgando en la cabeza y que de manera rudimentaria me explicó de inmediato el director general de la agrupación Ariel Gallardo. Una mole de carne negra en bruto a quien las palabras le no le brotan con facilidad pero que sabe muy bien lo que quiere y hasta donde pretende llegar.
Así supe que se llaman Rumbávila y que tiene su matríz en los recuerdos de su abuela materna cuando bailaba “Con dolor no se pue´ bailar”, pieza musical que la hizo reconocida en el ambiente rumbero avileño del cual compartió hasta su muerte José Oviedo, más conocido por Malanga.
Corría, entonces, el mes de Agosto de 2012.
Lo cierto es que hoy Rumbávila se ubica entre las agrupaciones que más afluencia de público tiene en cada presentación que realiza y, hasta le llaman constantemente para convidarlos a que se integren a proyectos culturales de la AHS (Asociación Hermanos Saíz) y la Brigada José Martí de Instructores de Arte de la provincia.
No paran.
Su plan de actividades es tan apretado que a veces me compadezco de ellos porque, al igual que el resto del mundo, también tienen responsabilidades que cumplimentar con el estudio y el trabajo. Agotamiento físico y mental que desaparece cuando llegan las cinco de la tarde y todos corren para no faltar al ensayo o a la presentación del día.
No importa si es lunes, sábado o domingo. No importa si la comunidad es en Baraguá, Venezuela o es el centro de la ciudad. Lo importante es estar allí para la gente que les espera y hacerles ver que Rumbávila llegó para quedarse y formar parte de la historia cultural de esta porción central de Cuba llamada Ciego de Ávila.
Ahora para enriquecer el repertorio original de Rumbávila se integró el reconocido coreógrafo Ron Chávez. A él se deben los montajes de “Misa para un escriba” dedicado al centenario de Virgilio Piñera y “A ti José Julián” con motivo del 160 aniversario del natalicio del apóstol cubano. Dos piezas que levantaron al público asistente al Teatro Principal y a la sede provincial de la UNEAC donde tienen su peña habitual dos domingos al mes.
Hoy la varilla está más alta, como se dice en el atletismo.
Estos muchachos conquistaron el corazón de avileños y ahora pretenden conquistar el de toda la isla y lo lograrán, no sólo porque se lo merecen sino por el sudor que cada día dejan sobre el asfalto o el piso de granitos con su danzar poniéndole  la piel de gallina a todo el mundo sin pedir disculpas y solo sonriendo mucho cuando alguien les grita: ¡Bravoooooo! 

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